Sonó el timbre y ella fue a abrir la puerta. Era su marido.
-¡AYYYYYYYYYYYYY!-gritó ella- ¡pero si vos estás muerto!
Él sonrió, entró y cerró la puerta. Se la llevo al dormitorio mientras ella seguía gritando, la puso en la cama, le sacó la ropa e hicieron el amor. Una vez. Dos veces. Tres. Una semana entera, mañana, tarde y noche haciendo el amor divina, maravillosa, estupendamente.
Sonó el timbre y ella fue a abrir la puerta. Era la vecina.
-¡AYYYYYYYYYYYYY!- gritó la vecina-, ¡pero si vos estás muera!- y se desmayó.
Ella se dio cuenta de que hacía una semana que no se levantaba de la cama para nada, ni para comer ni para ir al baño. Se dio vuelta y ahí estaba su marido, en la puerta del dormitorio:
-¿Vamos yendo, querida?- dijo y sonreía